Devocional Familiar:
Leer Colosenses 2:1-23, orar y cantar juntos
Devocional Personal: Salmo 22:5-7
“En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados. Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.”
El justo por los injustos
Sabemos que Dios es bueno, santo, y justo. El rey David medita en como Abraham, Isaac y Jacob esperaron y confiaron en Dios y no fueron avergonzados. Dios cuida de su pueblo. Dios ama bendecir y hacer el bien. Sin embargo, David ofrece un contraste cuando dice: ellos no fueron avergonzados, mas yo soy gusano. Aquí David esta hablando proféticamente del Mesías, el hijo de David, el rey de Israel, el salvador del mundo. Aunque Jesucristo vivió absolutamente sin pecado, Dios hizo recaer sobre el su ira, su juicio y su desprecio. Aunque era el rey de Israel, fue tratado como el oprobio de los hombres, despreciado del pueblo. “A lo suyo vino, a Israel, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1:12). Como dijo también Isaías cientos de años después: “Le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Is 53:2-3). ¿Qué significa todo esto? Que aunque los padres de Israel confiaron y esperaron en Dios y vieron su bendición, el rey de Israel, el Mesías perfecto y sin pecado, vería primero su desprecio, su condenación y su juicio antes que su gloria. El justo fue tratado como injusto, para que los injustos pudieran ser vestidos con su justicia. El apóstol Pedro lo expresa así: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Ped 3:18).
Desafio y Aplicación
Quizás estas pasando por incertidumbres, pesares o desesperanza el día de hoy. Recuerda el evangelio. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Rm 8:32).