Devocional Familiar:
Leer Deuteronomio 23, orar y cantar juntos
Devocional Personal: 2 Tesalonicenses 3:1
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros,
La palabra de Dios da vida
En este versículo vemos el anhelo de Pablo pidiéndole a sus hermanos en Tesalónica que orasen para que la palabra de Dios a través de la vida y ministerio de Pablo fuera esparcida hasta los confines de la tierra. Además, podemos ver el deseo de Pablo que la predicación del evangelio fuera recibida por los incrédulos como se merece recibir la palabra de Dios, con honor y respeto reverente. En esto Pablo nos exhorta a todos los cristianos a tener este mismo deseo por las almas perdidas, sabiendo que Jesus mismo es la palabra que un día se encarnó, la misma palabra por la cual fueron creadas todas las cosas y es la misma palabra que tenemos hoy para conocer a nuestro Dios a través de la Biblia. Pablo les recuerda entonces a los amados hermanos tesalonicenses su propia condición cuando ellos mismos recibieron la palabra de Dios y el fruto que tuvo, deseando este mismo con las demás almas perdidas al oír la palabra de Dios.
Pablo sabía que muchos se opondrían a la palabra de Dios, por eso pide a los hermanos que orasen a Dios. En esto, Pablo nos enseña que debemos depender siempre de Dios, quien tiene control absoluto y soberano. Aun sabiendo que vendrían oposiciones contra el mensaje del Señor, Pablo anhelaba ver el mensaje corriendo rápidamente y deseaba ver que la palabra de Dios fuera recibida con honor. Solo la palabra de Dios tiene el poder para llevar a una persona de muerte espiritual a una nueva vida en Cristo Jesús. Pablo deseaba ver la palabra de Dios glorificada en las personas que la recibieran.
Desafio y Aplicación
Así como la gracia de Dios y su misericordia nos llevó a conocer su verdad y a través de su verdad nos salvó, oremos para que el evangelio siga siendo esparcido a través de nuestras vidas y de la vida de millones de cristianos. Oremos para que los que escuchen el evangelio de Jesucristo vengan a un arrepentimiento genuino, el cual solo Dios puede producir en una persona.