Devocional Familiar:
Leer Job 39, orar y cantar juntos
Devocional Personal: Génesis 1: 26
“26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.
Creados a imagen de Dios
En el día de hoy estaremos viendo un versículo que tiene aspectos muy importantes, unos más explícitos y otros que podemos obtener viéndolo a través de las demás verdades que nos enseña la Escritura.
Al final de la creación y como su obra cúspide, el Señor dice: “...Hagamos al hombre a nuestra imagen…”, aquí podemos ver el primer aspecto principal que es la trinidad, pues el Señor dice: “Hagamos”, en plural, una referencia clave a la trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, así mismo podemos comprobarlo con otros versículos que nos habla de cómo Cristo, el Hijo estaba presente en la creación (ver Juan 1:1-2, Colosenses 1:16-17) y así mismo, vemos al comienzo de Génesis que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas (ver Génesis 1:2). Este aspecto de la creación es vital, primero porque es una evidencia bíblica de la trinidad, y también porque nos lleva a nuestro segundo punto que es que somos creados a imagen y semejanza de Dios, el Señor dijo: “...Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...”, es decir, que somos hechos en base a Dios, por supuesto no somos iguales a Dios, pero sí poseemos en cierta medida atributos que encontramos en Dios.
Los atributos, es decir, cualidades, características, entre otros nombres como: virtudes, excelencias, propiedades, y mi favorita: perfecciones de Dios se dividen en dos clasificaciones que son: los atributos comunicables y los incomunicables. Los comunicables se pueden definir como aquellos atributos que Dios comparte “más” con la humanidad, y los incomunicables son aquellos que Dios comparte “menos” con nosotros. Para entender un poco más a que se refiere con esta clasificación de atributos podemos ver algunos ejemplos: algunos atributos incomunicables de Dios son: aseidad, inmutabilidad, eternidad e inmensidad; mientras que algunos comunicables son: espiritualidad, amor, justicia, bondad, misericordia, y conocimiento. Por lo tanto, la aseidad, es decir, la independencia de Dios, que existe por sí mismo, es algo que no compartimos con Dios pues no existimos por nosotros mismos sino que hemos sido creados por Dios, así mismo, Dios es inmutable, es decir, que nunca cambia, ni en su ser, ni en sus propósitos, promesas o atributos, mientras que nosotros cambiamos constantemente, en lo que somos, queremos o incluso prometemos, por eso se llaman atributos incomunicables. Por otro lado tenemos la espiritualidad de Dios, es decir, que Él es espíritu, así como nosotros tenemos una parte espiritual también, Dios es amor, justicia y bondad, misericordia y conocimiento, así como nosotros podemos amar en cierta medida, y tenemos una idea de justicia, misericordia, y podemos conocer, por eso se llaman atributos comunicables. Sin embargo, debemos de tener en cuenta que los atributos comunicables son comunicables en cierta medida, mas no completamente, así como los incomunicables no nos son completamente incomunicables en cierta medida, es decir, como lo explica el gran teólogo reformado Louis Berkhof: “Ninguna de las perfecciones divinas es comunicable en la infinita perfección que se encuentra en Dios; pero al mismo tiempo existen
débiles rasgos en el hombre, hasta de aquellos atributos de Dios que llamamos incomunicables”.
Desafio y Aplicación
Amado hermano, le motivo para que el día de hoy podamos meditar en todos aquellos atributos comunicables de Dios, y podamos examinarnos a nosotros mismos, preguntándonos: ¿de qué manera estoy haciendo uso de los atributos que Dios me ha comunicado?, ¿estoy practicando el amor, la paciencia, la misericordia, la bondad como Dios lo manda?, ¿estoy procurando conocer más de Dios, su Palabra y sus perfecciones? Oremos a Dios para que cada día nos ayude a conocerle más para poder honrarlo con nuestras acciones, y con aquellos atributos que a Dios le ha placido compartir más con nosotros.