Devocional Familiar:
Leer Job 35, orar y cantar juntos
Devocional Personal: Apocalipsis 3:21
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”
Una promesa inesperada
Este texto que vamos a estudiar el día de hoy, corresponde a la parte final del mensaje que Jesús envía a la iglesia de Laodicea en Asia; una iglesia que segada por las riquezas, había apartado su corazón, de aquella persona que lo había dado todo por ella, a Jesús, el salvador. Y en esta parte de su mensaje el Señor quiere animar a esta iglesia a no caer en la tentación del amor a las riquezas, y de volverse inconstante en su relación con Cristo, pues la riqueza monetaria en cualquier momento se perderá. En la historia de la humanidad, hay muchos registros de países o personas que han sido ricas monetariamente y ahora no tienen nada, y sabemos bien que nada material que podamos poseer en esta tierra nos llevaremos al morir. El Señor no quiere dejar que esta iglesia se pierda en este engaño pasajero, Dios quiere darles riquezas verdaderas a los laodicenses, y por eso les envía este mensaje, para que ellos puedan abrir sus ojos, y ver cómo las riquezas han desviado su corazón de él. Y para animar a los laodicenses a regresar al camino en Jesús, les dice: Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, que promesa tan hermosa e inesperada. Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, dos de sus discípulos le dijeron que les concediera estar uno a su lado derecho, y el otro a su lado izquierdo en la eternidad, pero Jesús les contestó que no era su decisión ponerlos en ese lugar. Sin embargo, a los laodicenses vencedores, se les ha prometido sentarse en el trono con Jesús. Y si traemos a este estudio la última parte de este mensaje enviado a los Laodicenses, descubriremos que esa promesa es también para los creyentes de todos los tiempos, pues ese texto dice: “el que tenga oído, oiga lo que el espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:22).
Desafio y Aplicación
El día de hoy, te invitamos a fortalecerte en la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, “...ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz, sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu...” (Efesios 6:14-18). Que el Señor Jesús te fortalezca y te permita mantenerte firme en Cristo.