Devocional Familiar:
Leer 1 Crónicas 17, orar y cantar juntos
Devocional Personal: Salmo 19
Naciste en un mundo de autoridad, y esa autoridad no es la tuya. La desobediencia hace a un lado a Dios y te pone a ti mismo en el trono de tu corazón.
Las palabras más importantes de la Biblia son las primeras cuatro: “Dios, en el principio”. Esas palabras fueron diseñadas para cambiar la forma en la que piensas sobre ti mismo, sobre la vida, sobre Dios y sobre todo lo demás. Dios estaba en el mapa antes que tú. La tierra y todo lo que hay en ella es una expresión de Su diseño y Su propósito. Ya que Él es el creador de todas las cosas, todo le pertenece. Dios te creó. Eso significa que le perteneces. Fuimos creados cuidadosamente para cumplir Su propósito. No nos hicimos a nosotros mismos. No nos levantamos del barro por fuerza propia. Somos el producto directo del poder creativo y de la voluntad de Dios.
Ahora piensa en lo siguiente. Cuando hago algo, eso me pertenece precisamente porque yo lo hice. La Biblia dice: “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan” (Salmo 24:1). Esto significa que no hay tal cosa como la autonomía humana. Negar lo anterior es decirme a mí mismo que mi vida me pertenece y que puedo hacer lo que yo quiera para alcanzar mi felicidad. No es solo negar la existencia y autoridad de Dios; también es negar mi propia humanidad. Todos los seres humanos fueron creados para vivir para Dios y en sumisión voluntaria a Su autoridad. Significa que tú y yo nunca estamos en el centro de la vida, porque ese lugar le pertenece a Dios. La vida nunca se trata de nosotros, sino de Él. No se trata de nuestra voluntad o de nuestra manera de hacer las cosas, sino de la Suya. Nunca seremos la autoridad máxima en nuestras vidas, porque Él la es. Negar esto es negar la realidad y entregarte a la ilusión más peligrosa de todas. Negar esto es como negar la existencia del sol. Si hicieras eso, la gente que te rodea pensaría que estás loco. El pecado nos vuelve así de locos. Negamos la evidencia que hay a nuestro alrededor sobre la existencia de Dios y de Su autoridad. Nos decimos que somos la única autoridad que necesitamos. Escribimos nuestras propias reglas de moral. Nos decimos que sabemos lo que es mejor para nosotros. Voluntariamente sobrepasamos las sabias y protectoras fronteras de Dios. Corremos hacia lo que Dios dice que es incorrecto y rechazamos lo que Él dice que es bueno. Lo negamos como Rey y nos ‘autoentronizamos’ en nuestros pequeños mundos. Olvidamos Su gloria y vivimos para la gloria de nuestro propio placer, poder, comodidad y tranquilidad.
Es por esto que la gracia es esencial. Necesitamos gracia poderosa y redentora que nos tome y nos transforme en seres sumisos ante la voluntad de Dios. Se requiere gracia poderosa para convertirme en una persona que se somete a la autoridad de Dios. Se necesita gracia para reconocer que hay un Rey y que no soy yo. Se requiere la mano redentora de Dios para que yo renuncie al propósito de mi reino y vaya tras el Suyo. Jesús se sometió a la voluntad del Padre, incluso hasta la muerte, para que tú y yo tuviéramos la gracia necesaria para hacer lo mismo.
Desafio y Aplicación
En el día de hoy te exhorto a reconocer y aceptar la autoridad bíblica de Dios sobre tu vida, incluyendo los lideres que ha dado a la iglesia.
Para profundizar y ser alentado: Salmo 19
Fuente: Nuevas Misericordias, por Paul David Tripp