Devocional Familiar:
Leer Juan 10, orar y cantar juntos
Devocional Personal: Efesios 6:17-18
“Y tomad el yelmo de la sal- vación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en
todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en
ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.”
Perseveremos en la oración
¡Qué gran cantidad de oraciones hemos pronunciado des- de el momento en que aprendimos a orar! Nuestra primera oración
fue por nosotros mismos, pidiéndole a Dios que tuviera misericordia
de nosotros y borrara nuestro pecado. Por supuesto, él escuchó esa
oración, pero luego de disipar los pecados que nos cubrían como una
nube, tuvimos más oraciones por nosotros mismos. Hemos orado por
gracia santificadora, por la gracia del dominio propio, por un renovado
convencimiento de fe, para que las promesas de Dios se apliquen a
nuestra vida, por liberación en momentos de tentación, por poder en
tiempos de guerra espiritual y por ayuda y alivio en los momentos de
prueba. Nos hemos visto impulsados a ir a Dios como mendigos por
nuestra alma necesitada, pidiendo de manera constante por todo.
Querido hijo de Dios, da testimonio de que jamás has sido
capaz de obtener algo para tu alma excepto a través de él. Todo el
pan que tu alma comió ha venido desde el cielo, y toda el agua espir- itual que ha disfrutado fluyó desde la Roca viva: Jesucristo el Señor.
Tu alma jamás se enriqueció sola sino que ha sido dependiente de la
prodigalidad diaria de Dios. Como resultado, tus oraciones han sido
elevadas al cielo por toda una gama de bendiciones espirituales. Tus
deseos son incontables pero la capacidad de Dios para suplirlos es
infinita. Tus oraciones han sido tan variadas como infinitas han sido
sus bendiciones. ¿Acaso no tienes razones para decir: «Bendito sea el
SEÑOR, que ha oído mi voz suplicante» (Salmo 28:6), porque aunque
tus oraciones han sido numerosas, también lo han sido las respuestas
de Dios? Él te ha escuchado «en el día de la angustia» (Salmo 50:15)
y te ha fortalecido y ayudado aunque lo has deshonrado temblando
y dudando ante su «propiciatorio» (Éxodo 25:17). Recuerda esto y
permite que llene tu corazón con gratitud a Dios que ha escuchado en
su infinita gracia tus pobres y débiles oraciones. «Alaba, alma mía, al
SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios» (Salmo 103:2).
Desafio y Aplicación